Entre la incertidumbre, la sobrecarga emocional, el hacinamiento de lo profesional con lo casero, lo personal y el cansancio de manera sostenida, la pandemia nos dio la posibilidad de transitar caminos en los que quizá no nos hubiéramos adentrado en otro momento.
Para mí, el taller virtual Pequeñas labores* fue uno de esos caminos. Recuerdo haberme inscrito con cierto sentido de urgencia, como si en él viera una liana salvadora para la asfixia mental que sentía. Era el verano de 2020, si la memoria no me engaña (después del COVID, olvido más cosas que antes).
Durante ocho sesiones, leer, reflexionar, escribir y compartir abiertamente sobre asuntos maternos con otras mujeres fue una bocanada de oxígeno no solo para ese momento de la pandemia, sino para la parte de mí que se ha resistido a ver la maternidad con edulcolorante y que solo había encontrado eco en un puñado de amigas.
Lo que me abrió toda una dimensión fue leer sobre las dificultades de crear y maternar. Descubrir que había mucha más literatura que tomaba a la maternidad como hilo y materia de la que tenía en el radar. Que escribir a partir de ella tenía cabida más allá de una entrada de blog.
Acabó el taller, siguió la pandemia. Se hizo la presentación virtual del libro A muchas voces. Escritura desde la maternidad, una antología con treinta y ocho relatos surgidos de las primeras tres ediciones de Pequeñas labores. Pensé que hasta ahí había llegado la liana. Fue bonita mientras duró, me dije.
Meses después me encontré sumada a un chat en el que todas habían coincidido en el taller, menos yo. Solo conocía virtualmente a Mara. Fue como haber entrado directo a la cocina de una casa, con la idea de darle continuidad al entusiasmo y la necesidad por seguir leyendo, escribiendo, reflexionando y compartiendo desde la maternidad y sus muchas capas. De ahí surgió A muchas voces, el espacio virtual con distintas sesiones mensuales.
Muy pronto me olvidé de no conocer a estas mujeres de nada. Tal como en el trajín de una cocina no se habla solo de ingredientes, recetas y su preparación, en los fogones del hogar en el que de alguna manera se convirtió A muchas voces, compartimos sobre la vida misma.
Por eso, cuando hace unas semanas, a punto de reunirnos casi todas por primera vez en persona, mi hija me preguntó: “¡¿Pero no las conoces?!”, me tomó unos momentos responderle.
Decir: “No, no las conozco”, resultaba impreciso. “Sí” a secas, también. “Sí nos conocemos, pero no en persona”, terminé por decirle. Y me quedé pensando en la extrañísima sensación de haberlas visto a la cara con frecuencia durante más de un año y haber generado tanta intimidad a través de la pantalla de la computadora o del teléfono sin siquiera ubicar nuestra altura de carne y hueso. En tiempos complejos, los vínculos que necesitamos se abren paso.
Los fogones y las sesiones de A muchas voces me han hecho ver cuánto necesitamos hablar las madres. Compartir. Escuchar y ser escuchadas. Saber que no estamos solas a través de la voz y las experiencias de otras. Pero también, constatar que nuestro cerebro aún piensa, más allá de calcular riesgos y hacer listas de pendientes. Que somos capaces de elaborar ideas a través de la palabra, escrita o hablada. Sentir que un aliento de creatividad nos sobrevive entre tantas responsabilidades y angustias, aunque elijamos usarlo para crear en torno a la misma maternidad, esa cebolla que pelamos constantemente y que a veces nos entra más en los ojos que otras.
Ser madres nos transforma, sí, pero no nos borra como personas ni como creadoras. Ser madres puede consumir casi la totalidad de nuestro tiempo y energía, pero de ninguna manera nuestro fuego creativo. Y para alimentarlo, tendernos la mano puede ser justo el camino que necesitamos transitar.
*Pequeñas labores es un taller impartido por Isabel Zapata y organizado por Mara Rahab, de Traspatio Librería, que se ha llevado a cabo con cinco diferentes generaciones.
Mon Margo nació en CDMX, en 1978. Estudió Publicidad y a partir de un taller de Periodismo se involucró en medios web e impresos. Desde hace más de 10 años trabaja por su cuenta, colaborando con distintas publicaciones y creando contenidos y proyectos editoriales para marcas, organizaciones y emprendimientos. La maternidad la llevó a co-crear El encanto del caos, un diario para registrar anécdotas y ocurrencias infantiles. También, a recurrir al humor y dibujar viñetas que reflejan vivencias cotidianas con su chamaquilla o sentires maternos. Su relato "Ahorita vengo", está incluido en el libro colectivo A muchas voces. Escritura desde la maternidad, derivado del taller "Pequeñas labores".
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