Despatriarcalizando nuestra sexualidad: Inventario sobre círculos de escritura erótica de mujeres
Llegó el momento del año en el que nos surge el impulso-deseo de inventariar la vida. En este caso, motivada por una gran amiga, me dispongo a cumplir mi deseo e inventariar algunos recuerdos, detalles y hallazgos de los círculos de escritura erótica[1] que he guiado en los últimos tres años.
Pero ¿qué son estos círculos de escritura erótica? Son una especie de taller donde un grupo de mujeres se reúne a conocer y conversar sobre erotismo, a leer y escribir sobre ello, guiadas principalmente por, lecturas de relatos eróticos escritos por mujeres, y teoría feminista, acompañadas por ejercicios reflexivos mayormente escriturales. En estos espacios, que pueden ser virtuales y/o presenciales, se aborda la escritura erótica como una práctica cultural feminista en tanto que colectiva y potencialmente crítica, donde el valor recae más en el proceso que en el resultado. Se habla de circularidad por su búsqueda de horizontalidad y por su similitud a los círculos de autoconciencia feminista; en estos grupos el tema central —que no siempre el único— es la dimensión erótica[2], así como las experiencias de placer y deseo de las participantes.
Y ustedes se preguntarán, por qué son importantes este tipo de círculos, además, para qué inventariarlos, ¿acaso por mera ociosidad narcisa de quién los guía? Primero, pensemos en una sociedad como la nuestra, donde la heterosexualidad obligatoria, el amor romántico, la maternidad patriarcal, el mito de la belleza, la hipersexualización de las mujeres y niñas, la cultura de la violación, etc. siguen gozando de buena salud, y se reflejan en los discursos predominantes (mediáticos, culturales e incluso políticos) permeando en las representaciones de lo femenino en función de una sexualidad patriarcal donde se nos reduce a meros cuerpos para el servicio reproductivo-sexual y afectivo de los demás. Frente a eso, es necesario que las mujeres, nos reunamos a dialogar críticamente y proponer nuevos relatos sobre nuestra existencia, nuestra sexualidad, desde la autonomía erótica, desde nuestra capacidad de gozar y de vivir en libertad.
Creo que dialogar entre nosotras sobre estos temas, además teniendo como herramientas la escritura creativa y la teoría feminista, abre la posibilidad de buscar vías para despatriarcalizar nuestra sexualidad, al menos para incidir o transformar los mensajes sociales que la reflejan, los productos culturales que la describen y a su vez la alimentan. En esos grupos, además de conversar sobre nosotras, nuestra vida, nuestro placer y nuestras cuerpas; se pone énfasis en reconocer y potenciar la capacidad subversiva de la escritura erótica; a la vez que la capacidad erótica de la escritura[3] en colectiva.
Y bueno, hasta aquí, me parece relevante inventariar lo que sucede en este tipo de encuentros circulares primero porque estamos haciendo historia, igual que lo hicieron nuestras ancestras, porque me parece vital que además de continuar el legado y dejar huella sobre nuestras actividades colectivas, sobre nuestro activismo literario feminista, podamos reflexionar-evidenciar desde la propia escritura lo que ocurre en estos espacios-procesos pedagógicos, dialógicos, creativos, y muchas veces de toma de conciencia. Qué importante compartir con otras lo aprehendido en estos círculos, llevarlo a más y más conversaciones grupales, sobre todo cuando el tema central en nuestra sexualidad y erotismo.
Empecemos pues el recorrido. Formalmente ocurrió de manera virtual en 2019. Sí, me adelanté a la pandemia y al furor de cursos online. Y esto se debió a que, aunque yo ya vivía en CDMX, la nostalgia y las escasas relaciones literarias/feministas en esta gran urbe me tenían muy unida a mi segunda ciudad natal. Así que como parte de la oferta cultural de la Cafebrería Camelbook ubicada en La Paz, BCS, surgió “Lúbricas y lúdicas: taller de cuento erótico para mujeres”[4]. La dinámica era la siguiente: las nueve participantes se reunían en el café, mientras que yo me unía a través de Skype y colocaban una computadora cerca de la mesa. Fue un poco surrealista, tuve ciertas dudas sobre el formato pues a veces me costaba coordinar siendo sólo una cara asomada desde un ordenador, pero finalmente funcionó. Y también me quedó claro lo importante que es compartir el espacio pues ellas se apasionaban con las conversaciones y se quedaban en el café después de la sesión. Lo que se reafirmó fue lo importante de reflexionar en colectiva sobre nuestra sexualidad y dimensión erótica, y todo lo que podía revelarse a través de escribir sobre ello. Recuerdo que uno de los ejercicios del que surgieron importantes cavilaciones, fue el de escribir una carta a la vulva. Una vez más ahí se manifestó el que “lo personal es político”. Desde ese momento, y todas las otras veces que se replica este ejercicio se ha coincidido en algunos puntos: rememoración de abusos o violencia en la infancia, la creencia de que era fea, olía mal, o incluso era “anormal”; disculpas por la indiferencia, el silencio o el “descuido”. Muchas compañeras dijeron nunca haberla nombrado como “vulva”, nunca haberla visto en un espejo o explorado detenidamente. O bien, haberla “sometido” a lo que los estándares de belleza-normalidad han exigido, a lo que se ve en el porno principalmente: depilada, labios con cierta apariencia, etc. Y muchos detalles más que es muy rico conversar en círculo… ¿Qué escribirían ustedes en este ejercicio?
Luego, en mayo de 2019 y con el mismo nombre, me atreví a lanzarlo en CDMX, ahora sí presencial. Lo hice en conjunto con la editora Jocelyn Pantoja. Este grupo fue pequeño, y las reuniones difícilmente se concretaban pues las participantes no siempre pudieron coincidir. Y aunque esto me desanimó un poco, en junio de ese mismo año abrí una tercera edición en Faro Tláhuac, y este grupo fue un parteaguas. Eran alrededor de dieciséis mujeres que acudieron curiosas e intrigadas por aquella propuesta que incluía en su título la palabra “erótico”. Ese taller en particular fue un gran descubrimiento para todas. Un proceso de mucho aprendizaje respecto a la potencia de la escritura erótica, y sus implicaciones en la vida.
Uno de los recuerdos más relevantes de ese círculo, tienen que ver con lo sorprendidas que estuvieron todas en la primera sesión cuando leímos y comentamos “Los usos de lo erótico: lo erótico como poder” de Audre Lorde, y se dieron cuenta que la erótica nuestra está vinculada no sólo al aspecto sexual, sino que va mucho más allá. Y al finalizar ese primer encuentro, todas reíamos, pues muchas confesaron a manera de chiste que estaban nerviosas antes de entrar, pero que también las movía el morbo y la pregunta de si hablaríamos de sexo o “cosas así”. Ahí también surgieron muchos relatos y cartas sobre su relación con la naturaleza, y el vínculo materno-filial. Recuerdo a una de las compañeras que dijo que nunca se había atrevido a decirle o escribirle sobre ciertos temas a su mamá; y otra que tenía una relación muy complicada con las mujeres de su vida, y dijo que a partir de este círculo pudo decir en voz alta que tenía una nieta, y mostrarse amorosa con ella, escribir para ella. También se tocaron temas como el autoamor, la amistad entre mujeres, o los aspectos cotidianos que les dan placer. En este último aspecto casi siempre resultan coincidencias: el aroma a café por la mañana, el viento frío en la cara, el roce con otra piel, el olor del lugar seguro, etc. Algo muy significativo en este círculo fue que, para algunas, los temas propuestos nunca habían sido abordados con otras mujeres y mucho menos como tema de escritura, por ejemplo, la menstruación, la masturbación, el orgasmo, el deseo, etc. ¿Se imaginan nunca hablar de esto con otras mujeres? ¿Ustedes cuentan con un espacio seguro para conversar estos temas? … Y, por último, otro aspecto sumamente grato de esa tercera edición es que, con algunas de ellas se estableció una amistad.
Hasta aquí, destaco dos aspectos. Primero, de cada círculo han surgido algunos vínculos de amistad o compañerismo que todavía perduran. Y, segundo, basándome en lo que se comenta en cada primera sesión del curso, las experiencias iniciales que ocurrieron en Faro se relacionan mucho con todas las que vendrían después. En general la mayoría de las mujeres que se han acercado a los talleres de escritura erótica, dicen animarse primero, por curiosidad y desconocimiento al tema del erotismo y/o de la literatura erótica de mujeres, así como también porque buscan espacios separatistas donde se pueda conversar sobre “este tipo de temas”. Buscan expresar dudas, temores, y necesidades respecto a su relación con el cuerpo, con el placer, con el erotismo y la sexualidad. Se evidencia la falta de educación sexual integral en nuestra sociedad, además, una educación sexual donde el placer y el deseo, el autocuidado y la ética sean el centro. Incluso en este tipo de círculos es una reflexión latente, ¿cómo hacer llegar este conocimiento a la niñas y niños?, ¿cómo comunicar a las adolescentes esto que acá apenas estamos conversando, a veces por vez primera?, ¿cómo poner nuestro granito de arena para que sus primeras experiencias sexuales, sus primeras nociones de lo erótico no sean tan desinformadas o violentas? Me parece que ahí radica otro aspecto potente de estos círculos, reescribir los relatos, socializar el tema del placer para compartirlo con las más jóvenes, transformar el discurso de la “educación sexual” y hacer que llegue a otros espacios; por ejemplo, los hogares, o los educativos.
Después de las mujeres de Faro, y con todas estas reflexiones presentes, decidí ponerle pausa a “Lúbricas y lúdicas”, me tomé unos meses para repensar el temario, las lecturas y ejercicios. Fui consciente de que, para hablar y escribir sobre nuestra dimensión erótica, además de leer cuentos eróticos escritos por mujeres, es sumamente importante leer y comentar en colectividad textos de teoría feminista. Así que, a las propuestas de Audre Lorde, Alexandra Kollontay y Marcela Lagarde, se sumaron las de Kate Millet, Shulamith Firestone, Graciela Hierro, Rosario Castellanos, Alicia Puleo, Carla Lonzi, Ana de Miguel y otras pensadoras. Y para febrero de 2020, surgieron los círculos “Relato erótico con perspectiva feminista” que impartí en Centro Cero Etiquetas (ONG), y “Amor y erotismo. Una mirada feminista” en Utópicas. Librería y galería de mujeres.
Luego, llegó la pandemia y nos mandaron a confinamiento. Los círculos literarios que tenía se quedaron en pausa y otros pasaron a modalidad virtual. Y fue hasta agosto de 2020 que, en colaboración con Utópicas, abrimos un círculo online titulado “Relato erótico y reflexión feminista”. A partir de esta experiencia, todas las ediciones han sido un éxito, los debates y las reflexiones se ponen más intensas, se suman ejercicios, lecturas, autoras y temas, se problematizan puntos ciegos se busca que la interseccionalidad esté siempre presente; y se escriben relatos que se publican en blogs como el de Círculo literario de Mujeres u otros, se envían a concursos o se leen en público. Sin duda, en estos grupos aprendemos mucho unas de otras, compartimos dudas, experiencias que quizá no hemos contado nunca antes, construimos comunidad.
A finales de agosto del 2020 pasó algo importante para mí y también para estos talleres, inicié una Maestría en Estudios de la Mujer, y me aceptaron con una propuesta de investigación enfocada a estos círculos de escritura erótica de mujeres. Así que, a partir de 2021, nutrida de mucha más teoría feminista y reflexiones, los círculos de “Relato erótico y reflexión feminista” han tenido su esplendor, y han sido de mucha ayuda para mi propio proceso como investigadora, y también para las mujeres que se animan a participar.
En febrero, marzo, abril, mayo, julio, agosto y octubre de este año, abrí círculos que variaron en duración, formato y título, pero todos relativos a la escritura erótica, y en los cuales participaron más de sesenta mujeres de distintos lugares de México. Hasta ahora tengo muchos aprendizajes de estos círculos, quizá no logre inventariar todos en este texto, pero sí me gustaría esbozar algunos que marcarán la pauta para textos siguientes:
Quizá la horizontalidad es algo imposible de alcanzar en cualquier grupo, principalmente por el formato de la propuesta, así como por las historias y contextos tan diversos. Sin embargo, y como diría mi amiga Olivia, en estos espacios sí que conseguimos la circularidad. Estos talleres se vuelven oasis de diálogo, reflexiones profundas, juegos, viajes internos y hallazgos; todas estamos interconectadas y nos concentramos en un centro compartido por todas (puede ser el tema, el ejercicio, la experiencia, etc). Y todo lo reflexionado, aportado y creado, nutre a cada una de las participantes e igualmente al centro de la colectividad y lo más íntimo. Construimos juntas. Es un espacio donde se invoca el poder de cada una y, al mismo tiempo, la fortaleza conjunta de la comunidad. Y esta circularidad lograda es una vivencia erótica en sí misma.
Entre todas, en cada espacio, y como conocimiento que se suma al que nos han heredado nuestras madres reales y simbólicas, definimos qué significa para nosotras el erotismo, en qué pensamos y qué temas abarcamos cuando escribimos sobre la dimensión erótica de las mujeres. Asimismo, precisamos-proponemos de qué va la literatura erótica escrita por mujeres, desde estas latitudes.
Cada edición de taller revisamos a diferentes autoras, principalmente latinoamericanas, que trabajan de manera creativa y diversa los temas relativos a la erótica. Para mí esto se ha convertido en un reto, buscar nuevos textos que funcionen para los tópicos previstos en el programa. Lo maravilloso es que cada cuento nuevo nos incita a otros ejercicios, y así cuando hay mujeres que toman el taller más de una vez, no lo encuentran repetitivo. Además de que entre todas estamos construyendo la propia genealogía de escritoras de literatura erótica en América Latina.
La escritura erótica de las mujeres -en estos círculos- se presenta como una práctica doblemente subversiva, primero porque cuando las mujeres escribimos y nos leemos, rompemos con el silencio y la enemistad impuesta desde hace siglos, además enunciamos y recreamos el mundo desde nuestra perspectiva, y nos apropiamos de la identidad de creadoras. Y segundo, porque el hecho de que escribamos sobre erotismo, que seamos sujetas activas gozando del ejercicio de la escritura, creando personajas que desean y se reconocen, se dan placer, es el inicio de la búsqueda de una erótica propia, una transgresión más, esta vez a la cultura erótica hegemónica. Y, si además, buscamos un lenguaje propio, proponemos estilos, perspectivas y tratamientos diversos de estos temas, metáforas eróticas paridas por nosotras, desde lo múltiple y lo complejo de las reflexiones, entonces, incidimos de manera intensa en nuestras vidas, en nuestras conciencias, y, por lo tanto, algo se transforma en el orden simbólico de este sistema.
Para nosotras, muchas veces, la escritura es una erótica en sí misma. Cuando practicamos la escritura erótica, cuando ahondamos desde la palabra, en la corporalidad, el placer, el deseo, la existencia, la muerte, el tiempo, la conciencia, el juego y el gozo, por mencionar algunos tópicos, de principio en ese acto estamos creando el rito erótico. Sí por sublimar las experiencias en palabras, pero también, siguiendo a Lorde, por vivir una experiencia profunda de conexión espiritual y política. Reconocerlo, es el inicio de una erótica nuestra. Cuando las mujeres nos detenemos a contemplar la propia cotidianeidad, a profundizar en instantes de nuestra existencia, a pensar el sentido de la vida, la plenitud o trascendencia, para sublimar esos pensamientos a través de la escritura, vivimos la experiencia erótica. Vibramos con el eco de nuestra palabra.
[1] Aunque aquí me refiero a Círculos de escritura erótica, me gustaría aclarar que algunas de las ediciones llevan por nombre “Taller de relato erótico y reflexión feminista”, y aunque el contenido es muy similar, al igual que la metodología y las dinámicas, se le asigna ese otro título según el espacio donde se presente. [2] En estos círculos, aunque se revisan nociones canónicas de erotismo con el ánimo de posicionarnos críticamente ante éstas, se toma como concepto central de lo erótico y el placer algunas propuestas feministas como las de Audre Lorde, Marcela Lagarde y Graciela Hierro. [3] Pensando la escritura como actividad, donde se fijan discursos en textos; y también como proceso que incluye la lectura, el diálogo, la reflexión, experiencia e imaginación, etc. [4] Este fue el primer título que llevó la propuesta.
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Marisabel Macías Guerrero (Mar), nació en Sinaloa (1986). Sudcaliforniana por convicción, y actualmente habitante apasionada de la Ciudad de México. Filósofa feminista, erotóloga, escritora, lectora entusiasta, tallerista y promotora cultural independiente. Autora de los libros de relatos eróticos Penny Black (Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2016), y Las hedonistas. Mujeres que narran placer y deseo (Lapicero Rojo Editorial, 2021). Participa en la antología Los excéntricos (Lapicero Rojo), con el cuento “Sensorium”. Escribe en su propio blog, así como en revistas digitales e impresas de circulación nacional. Es cofundadora del proyecto “Círculo literario de mujeres”, coordinadora de círculos y tertulias feministas. Estudianta de la Maestría en Estudios de la Mujer en la UAM-Xochimilco. Amante de los libros, las buenas charlas y el café.
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